Verónica Ramallal: “Lo importante no es desde dónde lo haces, sino lo que haces”

Por Ana Somoza.
Verónica Ramallal Trevín habla con la serenidad de quien ha aprendido a gestionar el éxito sin perder los pies en la tierra. Natural de A Pontenova y fundadora de la agencia de marketing digital Pekecha, vuelve a ser incluida por segundo año consecutivo en la lista de las 100 Mujeres Líderes en España, dentro de la categoría de Startups y Profesionales Independientes. “Es sin duda un gran reconocimiento, pero también una enorme responsabilidad”, comenta. “El objetivo de estas listas es visibilizar el talento y el trabajo de las mujeres, pero sobre todo servir de inspiración a las nuevas generaciones”.
La noticia le llegó, recuerda, “primero por una llamada y después por un correo oficial”. Aunque ya conocía el proceso, confiesa que volvió a sentir sorpresa y algo de vértigo. “Cuando ves tu nombre junto al de profesionales de tanto nivel, lo primero que piensas es si realmente mereces estar ahí. Pero al mismo tiempo es una forma de estímulo, de recordarte que queda mucho camino por recorrer y muchas mujeres que, aunque no aparezcan en las listas, lo merecen tanto o más que tú”.
Para Verónica, este tipo de reconocimientos tienen un valor simbólico y práctico. “Sirven para unir fuerzas, crear sinergias y hacer que las mujeres que llevamos tiempo en este camino podamos tender puentes con aquellas que están empezando. Es, en definitiva, una manera de avanzar juntas”.
Trayectoria
Su relación con la comunicación comenzó hace más de dieciséis años y, desde hace casi catorce, dirige Pekecha, una agencia que ha crecido apostando por el talento local y el trabajo en red. “Si tuviera que definir estos años con una palabra, sería adrenalina”, resume. “Ha habido intensidad, crecimiento personal y profesional, y también mucha enseñanza. El mundo de la comunicación y del marketing ha cambiado a una velocidad de vértigo: herramientas, formatos, lenguajes, hábitos... incluso la forma en la que nos relacionamos ha cambiado por completo”.
Lo que más le gusta, dice, es que “nunca hay dos días iguales”. Pero también reconoce el desgaste: “Es un trabajo que exige estar en formación constante, con miles de frentes abiertos, y cuando eres la CEO de una empresa pequeña, el horario no es de nueve a cinco, es de 24x7x365”.
Ha aprendido, sin embargo, a relativizar. “El tiempo te enseña a priorizar, a entender que el rendimiento no puede ser infinito y que el éxito sin salud o sin vida personal deja de tener sentido”.
Preguntada por los mayores retos de su trayectoria, no duda: “Aprender a gestionar el estrés y perder el miedo a la incertidumbre. Hay que saber adaptarse, conocer de todo un poco, mejorar las habilidades sociales y, sobre todo, gestionar el tiempo. Eso es lo más difícil”.
Rural
Verónica es una de las caras más visibles de un movimiento que demuestra que la innovación y el emprendimiento también tienen acento rural. “Aunque nací en Suiza, desde los seis años vivo en A Pontenova. Mis raíces están aquí y tengo un vínculo muy especial con el rural. Aquí aprendes el valor de la cercanía, de la ayuda mutua, de conocernos todos. Es otra filosofía de vida”.
Cuando decidió fundar Pekecha, tuvo claro que quería hacerlo desde su tierra. “Durante mis primeros años trabajando en medios de comunicación y en marketing digital, me di cuenta de que existía una distancia abismal entre las agencias urbanas y las zonas rurales. No se conocían las necesidades reales del territorio. Faltaba personalización, empatía, comprensión humana de los proyectos”.
Fue esa brecha la que la llevó a actuar: “Vi una gran oportunidad para el rural y para la deslocalización gracias a las herramientas digitales. Pero había que formar, acompañar y demostrar que se podía hacer lo mismo —o mejor— sin marcharse de tu tierra”.
Reconoce que no fue fácil. “Te enfrentas a dificultades de todo tipo: logísticas, de comunicación, de percepción... Y si además eres mujer y joven, la incredulidad se multiplica. Incluso en mi familia, al principio, les costaba explicar a qué me dedicaba”.
Pero también asegura que el tiempo acabó poniendo las cosas en su sitio. “Ahora todo el mundo habla de teletrabajo, de marca personal, de vender por Internet... Hace quince años era casi ciencia ficción. El cambio ha sido enorme”.
Cuando se le pregunta qué consejo daría a quien quiera emprender desde un pequeño municipio, responde sin dudar: “El tamaño no importa. Lo importante es tener claro lo que haces y amar de verdad tu proyecto. Si hay pasión y trabajo, las horas dejan de contar. Y, sobre todo, no importa desde dónde lo haces, sino lo que haces”.
Para ella, el rural es hoy un territorio lleno de posibilidades. “Hay más oportunidades que nunca. La flexibilidad, la menor saturación de servicios y la calidad de vida hacen que el rural sea una tendencia de futuro. Eso sí, hacen falta mejores comunicaciones e infraestructuras. Con ese apoyo, mucha más gente podría instalarse y emprender con garantías”.
Mujeres
Otra de las facetas que más satisfacción le aportan es el mentoring y la formación, especialmente en proyectos liderados por mujeres. “Lo mejor de esta parte son los vínculos que se crean con las personas y con los sueños que hay detrás de cada proyecto”, explica.
Dice que hay “mucho talento y mucha ilusión”, pero también miedo y falta de orientación. “Compartir conocimiento es un lujo. La emprendedora aporta vitalidad y energía; la mentora, experiencia y realismo. Es una relación simbiótica, y ambas partes aprenden”.
Cuando se le pregunta si las mujeres siguen encontrando más obstáculos, es clara: “Sí, pero es un tema cultural y educativo. Falta cultura emprendedora de base. Y después está la burocracia, que cada vez es mayor. Ese es el verdadero enemigo”.
También considera que las administraciones deberían revisar el enfoque de algunos programas. “Hay muchas iniciativas bien intencionadas, pero sin seguimiento real. Otras están completamente alejadas de la realidad de un emprendedor, diseñadas por quienes nunca han emprendido. Y eso, para un mercado que cambia tan rápido, es un error”.
Para Verónica, la igualdad real pasa por la educación: “No basta con dar ayudas si no se forma, si no se entiende lo que implica emprender. El apoyo debe ser integral, práctico y sostenible en el tiempo”.
Futuro
Desde Pekecha, Ramallal se centra en acompañar a empresas e instituciones en su digitalización. El avance es innegable, pero aún insuficiente. “Las pymes gallegas y rurales han dado un salto enorme, pero todavía falta mucha alfabetización digital de proximidad. No se puede aplicar la misma receta para todos. Hay que personalizar”.
Sobre el papel de la inteligencia artificial, es contundente: “Va a suponer un cambio radical. Hay que adaptarse o morir. No solo ayudará a mejorar la productividad y los procesos, también a desarrollar criterio, a distinguir lo real de lo falso. Nos movemos en aguas movedizas, y el discernimiento será clave”.
Su reto personal y profesional es “seguir aportando, seguir manteniendo la ilusión y ser feliz con lo que hago”. Dice que también quiere “descansar un poco” y conciliar. “La vida es breve y hay que vivirla con plenitud”.
En el plano más íntimo, Verónica define su pasión con tres verbos: escuchar, comunicar y compartir. “Me encanta hablar con las personas, conocer sus ideas, sus historias. Ningún día es igual. Y cuando algo sale bien, sigo sintiendo la misma emoción que en el primer proyecto. Eso es lo que me mantiene viva”.
Cuando se le pide una frase que resuma su filosofía de vida y de empresa, piensa unos segundos y responde: “Vive y deja vivir. Aporta y recoge. Sé feliz con lo que haces e intenta que todo lo que te rodea fluya”.
Un lema que encaja a la perfección con la trayectoria de una mujer que ha demostrado que el talento también crece —y florece— entre montes, ríos y conexiones humanas, en un rincón llamado A Pontenova.