Un museo al aire libre en O Vicedo para reconocernos como pueblo

Por Ana Somoza
En el lugar de Xestoso, en la parroquia de Cabanas, en el municipio de O Vicedo, crece una iniciativa singular llamada a consolidarse como un espacio de encuentro, reflexión y orgullo colectivo. Se trata del Museo de la Identidad Cultural Gallega, un proyecto impulsado por Eduardo de Martís, quien lleva más de una década madurando la idea y trabajando con constancia para hacerla realidad.
“Fue en el año 2009 cuando empezó a tomar forma”, explica Eduardo. En aquel momento, una exposición itinerante sobre la identidad gallega recorrió distintos espacios, incluida la Semana de Galicia en París e incluso el Parlamento Europeo en 2010. También visitó varios puntos de Galicia, donde despertó un creciente interés entre el público. “La exposición se quedaba corta en el tiempo. Vimos que había ganas de profundizar, de ir más allá, y eso fue lo que nos hizo ver que había un camino por explorar”, señala.

ESPACIO SIMBÓLICO. Ese camino converge ahora en un prado próximo al Teatro das Cortes, donde se alza este museo al aire libre, concebido para estimular la memoria colectiva y fomentar el conocimiento de nosotros mismos como pueblo. “La propuesta está ubicada en una pradera en Xestoso, desde la cual puede contemplarse una instalación al aire libre que ofrece una representación de la identidad cultural gallega contemporánea”, explica su impulsor. Esta representación está formada por treinta fotografías dispuestas como un bosque simbólico, que Eduardo define como “hitos de nuestra identidad”.
INFANCIA Y FUTURO. Además de ese recorrido visual, habrá una carpa destinada a exposiciones temporales y monográficas que den visibilidad a referentes del presente gallego. El tercer espacio de la propuesta está pensado especialmente para los más pequeños: una actividad de búsqueda de valores identitarios escondidos en el entorno, diseñada como una especie de juego didáctico que pretende ayudar a las niñas y niños a orientar su porvenir. “Es una forma de implicar a la infancia y ofrecerles herramientas para que reconozcan sus raíces”, afirma.
El museo no busca tanto conservar como inspirar. Según explica Eduardo, el objetivo principal no es otro que “difundir la identidad cultural gallega y mostrar testimonios de cómo esta identidad influye en aspectos como la integridad, la autoestima o los caminos de futuro”. Su visión es clara: sin conocimiento y orgullo de la propia identidad, es difícil construir una sociedad cohesionada y segura de sí misma.
DIVERSIDAD E IDENTIDAD. Preguntado por el concepto de identidad cultural gallega, responde sin titubeos: “Es aquello que nos define y nos constituye como comunidad. Aquello que conforma nuestro imaginario colectivo”. Para él, la identidad gallega no se limita al plano cultural, sino que también se manifiesta en el ámbito económico, en las oportunidades y desafíos que presenta el territorio, y en el plano social, marcado por el envejecimiento de la población pero también por el fenómeno de los nuevos pobladores que escogen Galicia como hogar.

En el aspecto cultural, subraya la importancia de “evidencias tan ricas como nuestro patrimonio material e inmaterial”, y lamenta que muchas veces esa riqueza pase desapercibida o no sea suficientemente valorada. Por ello, defiende que el principio fundamental del museo debe ser la diversidad: “Queremos reflejar la riqueza que tenemos cerca, darle visibilidad y hacer que la gente la reconozca como propia”. La propuesta tiene un fuerte componente simbólico, pero también una vocación práctica y transformadora. Eduardo insiste en que no se trata solo de un proyecto cultural, sino también social y educativo. “Debemos ser conscientes de que la identidad influye en nuestras vidas cotidianas. Nos ayuda a saber quiénes somos, de dónde venimos y hasta dónde podemos llegar”, afirma. Y añade: “Un pueblo que pierde su referente identitario es un pueblo que se desorienta”.
A día de hoy, el proyecto avanza con recursos propios y gracias a la colaboración desinteresada de muchas personas. “Partimos de un enfoque orgánico. Es decir, nos apoyamos en nuestros propios medios y en las aportaciones que van llegando de personas y entidades”, explica. Al mismo tiempo, están trabajando en la creación de una base de posibles colaboraciones futuras, tanto a nivel institucional como asociativo. Eso sí, quieren mantener un diálogo abierto con todos los agentes del territorio. “Queremos escuchar, compartir y construir de forma colectiva”, apunta.
PARTICIPACIÓN. El museo también contará con una intensa programación paralela, con visitas guiadas, talleres y actividades educativas que permitirán implicar a la vecindad y dar continuidad al trabajo iniciado. “El Teatro das Cortes ya cuenta con un público importante, y creemos que es una oportunidad perfecta para colaborar en la cohesión sociocultural de la zona”, afirma Eduardo. Los talleres estarán dirigidos a distintos públicos y buscarán fomentar la participación activa, la reflexión y la creación colectiva. La propuesta llega en un momento especialmente delicado para la cultura gallega, amenazada por la globalización, la homogeneización cultural y la pérdida de referentes locales.
En este contexto, Eduardo reconoce que iniciativas como esta pueden desempeñar un papel relevante como forma de resistencia. “Esa valoración tendrá que hacerla cada quien; incluso el tiempo lo dirá”, comenta. Eso sí, recuerda que la imagen tomada el día de la inauguración de la primera instalación “habla por sí sola” y refleja la fuerza simbólica que puede tener una propuesta como esta. La reflexión sobre la identidad no es para él un ejercicio nostálgico ni académico, sino una necesidad vital. “¿Podemos tener autoestima o integridad si damos la espalda a nuestra identidad?”, se pregunta. La respuesta está implícita en la pregunta, pero también en las acciones concretas que está desarrollando.
MIRADA AL FUTURO. El Museo de la Identidad Cultural Gallega, que ya ha abierto sus puertas en una primera fase, quiere convertirse en un faro que ilumine nuestro pasado para entender el presente y proyectar el futuro. Eduardo asegura que no es un museo para mirar hacia atrás, sino para mirar hacia dentro. “La identidad es una llave que abre puertas, no una carga que nos limita”, concluye. En estos tiempos en los que todo parece acelerarse y despersonalizarse, proyectos como este recuerdan que la cultura no es solo lo que heredamos, sino también lo que decidimos construir. Desde una pradera en el corazón de O Vicedo, un bosque de imágenes, voces y símbolos comienza a crecer para ayudarnos a reconocernos y seguir caminando como pueblo.