Septiembre, mes de cine

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5 Sep 2025

Por Rebeca Maseda

Llega septiembre y, con él, no solo las primeras brisas del otoño, sino también una cita esencial con el mundo del cine. En este mes se celebran dos de los festivales más importantes del panorama internacional: la Biennale de Cine de Venecia y el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Dos propuestas que, más allá del glamour y la alfombra roja, siguen apostando por el arte como espejo y motor de la sociedad.

En un tiempo de incertidumbre, de crisis múltiples y de pérdida de referencias éticas, el cine se mantiene como un espacio vivo para la emoción, la reflexión y el encuentro. Este arte tiene la capacidad de contar el mundo desde múltiples miradas, de dar voz a lo que no suele ser escuchado, de cuestionar lo establecido y de poner el foco en lo que importa.

Las salas de cine –y, sobre todo, los festivales que las alimentan– son hoy más necesarios que nunca. Son lugares donde la humanidad se reconoce a sí misma, donde se mantienen vivos el pensamiento crítico, la imaginación y la belleza. Frente a la deshumanización que se respira en muchos ámbitos de la vida moderna, el cine es resistencia. Y septiembre, con Venecia y San Sebastián, se convierte en el mes ideal para recordarlo.

La Biennale de Cine de Venecia nació en 1932, en el marco de la Exposición Internacional de Arte de la ciudad. Fue el primer festival cinematográfico de la historia y, desde entonces, se convirtió en un referente indiscutible. Su prestigioso León de Oro es uno de los galardones más codiciados por los grandes nombres de la dirección y la interpretación. Por Venecia han pasado figuras legendarias como Visconti, Antonioni, Coppola o Almodóvar, siempre con una programación que apuesta por la innovación, la calidad artística y la diversidad de propuestas. El Festival de Cine de San Sebastián, por su parte, comenzó en 1953 y supo crecer con personalidad propia. Hoy es uno de los eventos culturales más importantes del Estado español y uno de los festivales europeos con mayor proyección internacional. Su Concha de Oro, símbolo de la ciudad y del certamen, reconoce películas comprometidas, originales y con una mirada humanista. San Sebastián destaca también por su apuesta por el cine latinoamericano, por su sensibilidad hacia los temas sociales y por su capacidad de descubrir nuevos talentos. Pese a las diferencias en tono y dimensión, Venecia y San Sebastián comparten una misma vocación: la defensa del cine como arte vivo y herramienta de transformación. Ambas citas se convierten cada septiembre en escaparates de tendencias, plataformas para el diálogo intercultural y puntos de encuentro entre cineastas, críticos, públicos y soñadores.

En tiempos marcados por la banalidad y por el consumo rápido de contenidos, estos festivales son una llamada a la pausa, a la escucha, al pensamiento. No solo premian películas, sino que reivindican la capacidad del cine para emocionar, denunciar, inspirar y reconstruir. Son, en definitiva, una celebración de lo humano. Por eso, cuando en septiembre se encienden las pantallas en Venecia y en San Sebastián, no es solo cine lo que vemos. Es una forma de recordar que seguimos siendo seres sensibles, que necesitamos historias, que buscamos sentido a las cosas.

“El cine no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para moldearla.” Así lo dijo Jean-Luc Godard, y así lo demuestran, año tras año, estos dos festivales que mantienen viva la fuerza transformadora del séptimo arte.

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