Os do 21, la asociación decana de O Vicedo

La asociación Os do 21 de O Vicedo está viviendo esta temporada una segunda juventud tras más de 38 años de historia, creciendo nuevamente en un momento en el que la actividad cultural en los pueblos atraviesa grandes dificultades para mantenerse, afectada por la despoblación y la falta de recursos económicos.
Este grupo cultural nació en el año 1982, hace ya 38 años. Su primer objetivo fue exclusivamente deportivo, funcionando como peña del Real Madrid. Pero como suele ocurrir en estos casos, una cosa llevó a la otra y, tras un año de vida, debido a las múltiples inquietudes de sus miembros, decidieron constituirse como una asociación recreativa, cultural y deportiva, abriéndose a todas las disciplinas.
Llama especialmente la atención el nombre que escogieron, que proviene de una leyenda local. Esta cuenta la historia de un viaje que hicieron 20 hombres y un burro, y que al registrarse en la posada donde iban a pasar la noche, fueron conocidos como Os do 21. En homenaje a esa tradición, el burro ocupa un lugar protagonista en el logotipo de la asociación.
Ya con su nombre oficial, el grupo no tardó en dar un paso clave: formar un grupo de danzas y gaitas. Este fue impulsado y apoyado en un primer momento por Enrique Penabad, alma máter de otra histórica asociación, Arco da Vella. Más adelante, se unieron Juan Soto y Mari Cruz: el primero impartía clases de música y los otros dos se encargaban de la sección de danza.
Nacidos en el apogeo del baile tradicional gallego, no tardaron en organizar su primer festival, al que siguieron un maratón de fútbol sala en el pabellón del colegio y un sinfín de actividades. No obstante, a finales de los años noventa comenzó el declive, motivado por la marcha de muchos de los bailarines que se fueron a estudiar fuera, y también por el descenso de la población.
Actualmente, cerca de 70 socios forman parte del colectivo, que ha duplicado prácticamente su número en los últimos años gracias a este resurgir. La responsable de este impulso ha sido sin duda la profesora Noelia Piñeiro, con amplia experiencia en centros educativos, quien revitalizó la asociación creando primero un grupo infantil, del que más tarde surgió uno de adultos.
El éxito fue tal que, a pesar del despoblamiento, muchas familias se sumaron a este proyecto con carácter reivindicativo y lograron construir una estructura sólida y con vocación de continuidad, que incluye socios de O Vicedo, Viveiro y Ourol, principalmente.
Además de las actuaciones que realizan a lo largo del año, el grupo cuenta con cuatro citas imprescindibles: el festival de Navidad, el de fin de curso (que este año no pudo celebrarse por la situación sanitaria), el Festival das Lembranzas y la Noite Meiga, que se celebran el tercer fin de semana de julio y el segundo de agosto, respectivamente, en la casa de la cultura de la localidad.
También participan en la Mostra Folclórica de Viveiro y en otros encuentros culturales de carácter tradicional como la muestra de Cambados, la de San Miguel de Reinante con motivo de la Feira do Emigrante, y se han sumado recientemente a la moda de los “cantos de taberna”, como nueva vía para impulsar el canto y baile tradicional.
Aunque realizan numerosas actividades, el corazón de la asociación es el grupo folclórico y su escuela, en la que se imparten clases de danza, gaita y pandereta para niños desde los 3 años hasta "que el cuerpo aguante". Los alumnos se dividen en cinco grupos por edad: pequeños, medianos, chicas mayores, adultos y el grupo de veteranas.
Con ensayos al menos una vez a la semana, combinan el aprendizaje con el disfrute. La apertura a municipios del entorno ha contribuido a recuperar la presencia de O Vicedo en el occidente de la provincia.
Dentro de la escuela, destaca un grupo con gran tradición: Lembranzas, que da nombre al festival de julio. Está formado por ocho mujeres de unos 40 años que comenzaron a bailar a los tres años dentro de la asociación. Se conocen desde niñas, ensayan solo una vez al año y su aparición en el escenario es exclusiva del festival de julio.
Pero sin duda, el más veterano de la asociación es su presidente, Vicente Parapar, que lleva casi treinta años al frente y que, como él mismo dice, “está metido en todos los fregados” del pueblo. Su labor principal consiste en hacer malabares para cuadrar las cuentas de mantenimiento de la entidad, que se sostiene con las cuotas de los socios y una subvención municipal. Cuentan, además, con la ventaja de tener un local propio, “lo cual ayuda mucho a final de mes”.
Pero no solo de baile vive la asociación. Os do 21 organiza a lo largo del año diversos talleres con el objetivo de dinamizar la vida cultural local. El más reciente fue uno de cestería, y a finales del año pasado se celebró uno de danza que quieren repetir. También habían proyectado uno de conservas, a petición de los socios, pero quedó en el tintero a causa del coronavirus.