Los trabajadores de Sargadelos esperan explicaciones tras el segundo cierre en menos de un año

La fábrica de Sargadelos, en el municipio de Cervo, atraviesa otro episodio de profunda incertidumbre después de que el propietario, Segismundo García, ordenara ayer, 27 de noviembre, el desalojo del personal de producción, formado por alrededor de 80 empleados. El movimiento, que llega justo tras una visita de la Inspección de Trabajo —igual que ocurrió el pasado abril—, ha reactivado las dudas sobre el futuro inmediato de la histórica factoría de A Mariña.
La situación se agravó esta misma mañana, 28 de noviembre, cuando los trabajadores acudieron a sus puestos a las 7:00 horas, como cada día, pese a la orden de desalojo anunciada menos de 24 horas antes. La plantilla entró en las instalaciones sin ninguna comunicación oficial y sin saber si podían trabajar, si se retomaría la producción o si la empresa mantendría el cierre. El propietario, Segismundo García, aún no había llegado —suele hacerlo sobre las 9:00—, por lo que el personal permaneció a la espera de instrucciones en un ambiente de máxima preocupación.
Mientras tanto, García defendió de nuevo que su decisión responde exclusivamente a motivos de seguridad. “No queremos ser responsables ni causantes de enfermedades o problemas de salud”, afirmó, insistiendo en que la empresa hizo “todo lo que estaba en sus manos” hasta que se ejecuten las obras estructurales pendientes. También reiteró que, a su juicio, la Xunta ha incumplido los compromisos adquiridos para mejorar los procesos de fabricación y que no ha llevado a cabo ninguna de las actuaciones prometidas, pese al envío de técnicos que certificaron la ausencia de sustancias altamente peligrosas.
La explicación no convence a parte del personal ni al entorno industrial, que recuerda el episodio de abril, cuando se ordenó un cierre temporal con argumentos casi idénticos. Entonces, la factoría era descrita como un proyecto solvente y con actividad estable, por lo que aquella justificación fue recibida con cierto escepticismo.
A día de hoy, nada está claro. Ni los trabajadores saben si deben seguir acudiendo a su puesto, ni la empresa ha aclarado si se retomará la actividad, si habrá negociaciones con la administración o si el proceso derivará en despidos, vacaciones forzosas o incluso en un cierre prolongado.
La única certeza es la incertidumbre: la marca más emblemática de la cerámica gallega permanece en un limbo, dejando a 80 familias pendientes de una decisión que aún no ha llegado.