La Mariña lucense, en la línea de peligro: Greenpeace alerta del impacto del cambio climático y del turismo descontrolado en la costa

La organización ecologista Greenpeace acaba de señalar a A Mariña lucense como una de las zonas más amenazadas de Galicia en su informe Destrucción a toda costa 2025, un análisis detallado que denuncia el deterioro continuado del litoral español. El documento, centrado en los efectos combinados del cambio climático y el urbanismo desmedido, recoge más de 500 puntos críticos a lo largo de los 7.900 kilómetros de costa del Estado, entre los que destaca de forma especial el tramo que va de Ribadeo a O Vicedo.
Según Greenpeace, la costa norte de Lugo se encuentra en una situación límite debido a la combinación de factores como el aumento de la temperatura del mar, el riesgo de inundaciones marinas y fluviales y la presión urbanística derivada del turismo. La entidad subraya que la ría de Viveiro, la costa de San Cibrao y la de Burela son áreas con una “amenaza significativa” de verse afectadas por la subida del nivel del mar y fenómenos meteorológicos extremos.
A pesar de que la comunidad científica lleva años alertando sobre el avance del cambio climático, la gestión del litoral sigue sin adaptarse a la realidad climática actual, según denuncia la coordinadora de campañas de Greenpeace, Elvira Jiménez. “Las administraciones siguen recuperando modelos del pasado que ya han demostrado estar obsoletos. Mientras los impactos climáticos se intensifican, las políticas públicas no están a la altura”, lamenta.
En A Mariña lucense, una de las principales preocupaciones es el crecimiento descontrolado de las viviendas turísticas, la mayoría situadas en zonas costeras de gran valor ambiental. Esta situación, según recoge el informe, está provocando un fuerte malestar entre la vecindad de los municipios afectados, que observa cómo la calidad de vida y el equilibrio territorial se deterioran progresivamente.
Greenpeace también advierte sobre la pérdida de biodiversidad marina, acentuada por el aumento de la temperatura de las aguas que rodean la península. De hecho, los datos recogidos revelan que estas aguas se calientan un 67 % más rápido que la media global, y eso se traduce en una mayor intensidad de los temporales, alteración de los ecosistemas e impacto directo sobre especies de interés comercial, como el berberecho o la almeja.
Al deterioro ambiental se suman los efectos de una política turística poco sostenible, basada en la especulación inmobiliaria y la falta de ordenación. “Estamos pasando del modelo de ‘sol y playa’ al de ‘mucho sol y poca playa’”, advierte Jiménez, quien insiste en la urgencia de adoptar medidas de mitigación y adaptación que reduzcan la vulnerabilidad del litoral.
Greenpeace propone un cambio profundo en el modelo de gestión costera, que sitúe en el centro la conservación de los ecosistemas, la planificación territorial y la protección de la población. El futuro de las rías, de las playas y de la biodiversidad depende, afirman, de que se priorice la resiliencia frente al beneficio inmediato.