Anxo Cao: De la costa de San Cibrao a fotografiar los océanos del mundo

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El autor reflexiona sobre cómo el mar, la biología y la apicultura confluyen en una mirada fotográfica comprometida con la divulgación científica y la defensa de los ecosistemas marinos y terrestres
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Fotografías de Laura González
27 Dec 2025

Por Ana Somoza.

Nacido en San Cibrao, ¿de qué manera influye el paisaje y el entorno del norte de Galicia en tu forma de mirar y fotografiar la naturaleza?

Desde pequeño siempre me gustó ir a las pozas a pescar y salir en el barco con mi padre, igual que ahora. Por eso el mar y el paisaje de la costa siempre han estado muy presentes. Supongo que este entorno te lleva a querer buscar la belleza que puede estar ahí escondida, ya sean ballenas en alta mar o un cangrejo en la playa de Cubelas.

Eres fotógrafo, pero también biólogo y apicultor. ¿Cómo dialogan estas tres facetas a la hora de afrontar un proyecto fotográfico?

Hay que buscar un punto de equilibrio, aunque no es sencillo. Posiblemente, si me dedicara más a una sola faceta, tendría que restarle tiempo a otra, aunque creo que las tres cosas son compatibles y comparten fundamentos como la admiración por la naturaleza y el cuidado del medio ambiente. Son cosas muy diferentes, pero creo que son compatibles.

La biología te da una perspectiva más amplia de cómo funciona un ecosistema, entender que para que haya sardinas también es necesario que haya ballenas y delfines, aunque parezca contradictorio. Y la apicultura te enseña la importancia de cada individuo para el futuro del grupo y del ecosistema, por muy pequeño que sea. Para mí la fotografía es la herramienta con la que transmitir todo esto e intentar que más gente lo admire y lo comprenda.

Has fotografiado desde gigantes como las ballenas azules hasta seres tan pequeños como las abejas. ¿Qué te enseñan unos y otras sobre el equilibrio de los ecosistemas?

Cambian los tamaños y también la complejidad de las especies, pero al final todo es muy parecido, aunque quizá menos evidente. Las abejas son necesarias en el campo igual que las ballenas en el mar. Ambas especies juegan un papel fundamental que equilibra la base de la cadena trófica. Los polinizadores son completamente necesarios para el resto de especies y, para que el equilibrio funcione, es fácil entender que sin flores no hay frutos y sin frutos no hay alimento para muchas especies. En el caso de las ballenas, también desempeñan un papel básico en el ecosistema, ya que en gran parte son las encargadas de distribuir los nutrientes en mar abierto, lo que genera una mayor producción primaria de fitoplancton y acaba enriqueciendo los ecosistemas desde la base. Abejas y ballenas son especies clave e imprescindibles en un entorno saludable, igual que el resto.

En tus imágenes se percibe una clara intención divulgativa. ¿Consideras la fotografía una herramienta eficaz para educar y concienciar sobre la biodiversidad?

Creo que todos recordamos a personas que lograron grandes avances en la protección de la vida salvaje a través de imágenes y documentales. Si no fuera por Rodríguez de la Fuente, Jacques Cousteau o Jane Goodall, el mundo sería más pobre. Y lo consiguieron simplemente mostrando la belleza y lo impresionante que es el mundo salvaje. Sin duda, la divulgación y la intención de mostrar esos secretos y la importancia de las especies es necesaria. La mejor forma es apoyarse en la ciencia y la biología, y una cámara es una herramienta accesible que todos podemos usar.

Azores: oasis atlántico propone un viaje visual al corazón del océano. ¿Qué tiene este archipiélago para convertirse en el eje de esta nueva muestra?

Mi vida está ligada a las Azores desde 2016, cuando fui a terminar mis estudios allí. Desde entonces he trabajado como guía en empresas de avistamiento de cetáceos, lo que me llevó a salir cada día al mar con una cámara y a presenciar momentos únicos. La biodiversidad y las condiciones de estas islas permiten ver una gran variedad de especies y, sobre todo, cetáceos. Poco a poco, mi interés personal por la fotografía me llevó a tomármelo más en serio y a conseguir presencia en concursos internacionales o a publicar en National Geographic este año. La exposición pretende ser un homenaje a esta riqueza de fauna marina del océano Atlántico.

La exposición combina rigor científico con una marcada apuesta estética. ¿Cómo se equilibra la precisión biológica con la búsqueda de imágenes que emocionen al público?

Creo que ambas cosas tienen que ir unidas. La ciencia no tiene por qué ser aburrida ni en blanco y negro, y estoy convencido de que todos preferimos aprender sobre algo a través de imágenes agradables. Creo que una fotografía que llame la atención y haga que esa persona se detenga a leer una página o un artículo científico tiene aún más valor. Incluso en imágenes duras o de momentos difíciles, la estética tiene que estar presente para captar la atención y poder transmitir un mensaje.

La fotografía subacuática requiere técnica, paciencia y respeto por el medio. ¿Cuál fue el mayor reto al trabajar bajo el agua en este proyecto?

En un trabajo así la logística y el material son cuestiones complicadas e importantes. Hay que pensar que son necesarios diferentes permisos para poder entrar en el agua con un cachalote o volar un dron. Y una vez superada toda la parte burocrática, es necesario salir al mar. En mi caso conté con la ayuda de muchas personas, empezando por la empresa en la que trabajé varios años, Futurismo Azores Adventures, que puso a disposición la embarcación, pasando por el patrón, Rafael Martins, o por biólogos que fueron a bordo como Margarida Rolim o Laura González. Otra parte fundamental para conseguir un trabajo de calidad es el equipo, muy específico y extremadamente caro. En este aspecto tengo que agradecer a Nikon España, DJI y Aquatica la ayuda con el material. Al final es un trabajo en equipo en el que tienes que confiar en más personas y tener paciencia.

Muchas de las especies que retratas están amenazadas o son poco conocidas. ¿Qué reacción esperas provocar en el espectador al encontrarse con estas imágenes?

Si consigo que las personas descubran una nueva especie o alguna característica nueva sobre ellas, ya es un éxito. Hoy en día es muy difícil sorprender al público, sobre todo a la gente joven, que tiene acceso a infinitas fotografías y vídeos en las redes sociales. Pero en las redes falta el trato personal, la posibilidad de preguntar y conversar. Espero que en la inauguración la gente pueda plantear esas dudas y obtener respuestas más reales que las que ofrecen las redes.

Vivimos un momento de creciente preocupación por los océanos. Desde tu experiencia, ¿qué papel puede jugar el arte en la defensa y protección del medio marino?

Creo que es una parte crucial para provocar ese interés y esa reacción en las personas. Grandes fotografías de vida salvaje han ganado premios como el World Press Photo, un concurso de denuncia. Pero no debemos olvidar que el papel fundamental lo juegan las políticas basadas en la ciencia. Todos tenemos que ser críticos y entender que nuestro estilo de vida tiene que cambiar; de lo contrario, la salud de los océanos seguirá empeorando y seguiremos perdiendo especies, incluso antes de conocerlas. Este año se prohibió la pesca del salmón en Galicia, una buena noticia, pero posiblemente llega tarde. Al mismo tiempo se sigue pescando angulas, cuando es una especie en peligro crítico de extinción, por motivos económicos. Hay que ser valientes en cuestiones tan graves como la salud del planeta y de los mares: los políticos deben tomar medidas importantes y poco populares basadas en la ciencia, y los ciudadanos tenemos que exigírselo.

Después de Azores: oasis atlántico, ¿en qué nuevos proyectos o territorios te gustaría seguir explorando la relación entre fotografía y naturaleza?

Me gustaría fotografiar y filmar en Galicia. Creo que la belleza de nuestra tierra y de nuestro mar es igual o superior a la de esos lugares tropicales que siempre vemos en los documentales. Me gustaría intentar fotografiar especies que tenemos cerca de casa de una forma que haga que la gente les preste más atención y respeto. Porque una comadreja no tiene nada que envidiar a un león del Masái Mara, ni una patamarina de los Farillós a un albatros de la Antártida.

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